Crianza emocional, creciendo juntos


Gestionar las emociones nos hace más libres

Las personas que no conocen sus emociones, tampoco pueden aceptarlas ni manejarlas de manera saludable por lo que suelen acabar con sentimientos encontrados, en lucha con ellas mismas y siendo normalmente víctimas de sus propias emociones. El dolor que ello genera: la sensación de incertidumbre, frustración o de estar perdido, hace también muchas veces que las personas acaben dejándose llevar por las emociones de otro. Estaríamos aquí ante situaciones de dependencia que estarían coartando nuestra libertad.
Tratar de negar las emociones no parece tampoco una buena opción. Pues no desaparecen sólo se transforman. La ira contenida puede acabar en violencia, la tristeza en depresión… Incluso muchas emociones acaban expresándose de manera somática a través de síntomas corporales… (como por ejemplo: dolores en la cabeza, en la tripa, enuresis…) Es como si una alarma emocional sonara en nosotros y al obviarla nuestro cerebro tratara, a la desesperada, de emitir señales de alarma por otros canales.
A menudo muchos padres nos comentan “los niños tendrían que poder aprender psicología desde pequeños”


Estamos de acuerdo, el aprendizaje emocional desde la infancia nos haría más LIBRES, favoreciendo que a lo largo de nuestro crecimiento pudiésemos ir tomando decisiones que ajustasen más lo que hacemos a lo que sentimos. Convirtiéndonos en adultos psicológicamente saludables, evitando muchos conflictos emocionales y haciéndonos sentir más seguros de nosotros mismos.

Cuando somos pequeños las emociones fluyen como si fueran un torrente. Pero es también en esos momentos cuando nos empiezan a enseñar a que no hay que llorar (“No llores, si no es nada”), a que no hay que tener miedo (“no tengas miedo, los monstruos no existen”) a que no hay que enfadarse (“no te enfades, es una tontería”). En definitiva, a que las emociones no se deben mostrar.
Ocurre entonces que los propios padres podemos sentirnos en conflicto porque queremos ayudar a nuestros hijos a sentirse bien con ellos mismos, cuando tampoco sabemos bien cómo gestionar nuestras propias emociones. A veces, nos apabulla ver tal caudal de emoción frente a nuestros ojos en una criatura tan pequeña, y no disponemos de estrategias para acompañar en la emoción. Ante algo que no sé cómo manejar el primer instinto puede ser querer que desaparezca: “no muestres como te sientes” “Tranquilo cariño, si no pasa nada”. Pero esto no suele surtir efecto, de hecho sólo complica las cosas y nos hace sentir peor a todos: aumenta la frustración y el desasosiego en nosotros, los padres, lo cual alimenta la intensidad de la emoción del niño. El pequeño se siente incomprendido y muy probablemente nosotros también. Sin darnos cuenta estamos repitiendo pautas que llevan al niño a tener conflictos internos con sus propias emociones.

¿Qué podemos hacer ante situaciones en las que las emociones de nuestros pequeños se desbordan y no sabemos cómo ayudarles?

Psicologar propone una serie de talleres donde padres y niños crezcan juntos.
Que la crianza se convierta en una oportunidad para trabajar nuestras propias emociones y transmitir a nuestros hijos la importancia de aceptarse y quererse.

¿Por qué la infancia es el mejor momento para trabajar la educación emocional?

Porque los niños son puros en esencia, muestran sus emociones sin limitaciones ni barreras. Apoyarles en lo que ya son, es la base de una buena educación emocional. No olvidemos que educar es ayudarles a crecer a su manera, a su ritmo, que es el que debe ser.

Por eso invitamos a los padres a participar y desarrollar la habilidad de acoger al niño tal y como se siente. Es decir, acompañarle, aceptarlo y abrazar sus emociones.Y brindamos a los pequeños estrategias educativas, en forma de cuentos, juegos y actividades divertidas, que les ayuden a expresarse de manera que sean entendidos. De manera que expresar sus emociones no sea dañino ni para ellos ni para los demás, lo cual les hará más libres y felices.

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